
Diós que es todo amor y más grande que nosostros, no nos enjuicia, ní nos critíca ni nos condena, la persona que se acostumbra a eso sencillamente no sabe amar!
Saber que el juicio clasificatorio parcela el conocimiento, bloquea la vivencia, mutila la experiencia, disocia la sabiduría. Nos abre a palpar, sentir, saborear la vida y sus matices de ausencias, presencias, procesos, actitudes, actos, comportamientos y evoluciones desde el no juicio o sentido común. Ello implica atender el latido original, el sonido interno develado en la magnanimidad de vivir confluyendo en el océano de la no atribución externa. Cuando transitar por el sendero del re-despertar espiritual activa nuestra voz propia, asumida en aprender a pensar por nosotros mismos, y de aprender a recibir, resolver, vivir desde lo impersonal, activando amorosamente el saber que sí una persona hace algo que pareciere perjudicarnos, dice algo que creyéremos se refiere a nosotros,ó nos habla coléricamente, tenemos la opción de darle un sentido provechoso a lo que observamos que viene de fuera, desactivando con ello la sensación interna de pensar, creer, o sentir lo que el dogal de la costumbre ha implantado: “quiere ofenderme", porque aprendemos a pensar que probablemente ni siquiera piensa en nosotros quien así procede, porque conocemos que cada alma tiene sus propias tribulaciones y pensamientos flotantes alrededor de ella” principalmente; o, "me odia, trata de herirme", porque comprendemos que alguna otra cosa asociada ha contrariado a esa persona, y que el tropiezo eventual con nosotros, le permite descargar su cólera, crítica, tristeza, desasosiego.
Aprender a fluir sin juicio, nos permite observar que la imprudencia evidencia la insensatez sumida en cualquier clase de cólera; situación ante la que tenemos la bendición de elegir no formar parte de este engranaje y sus manifestaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario